jueves, 1 de octubre de 2009

Los tangos de Cortázar

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La Cruz del Sur



Vos ves la Cruz del Sur
y respirás el verano con su olor a duraznos
y caminás de noche mi pequeño fantasma silencioso
por ese Buenos Aires,
por ese siempre mismo Buenos Aires.
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Extraño la Cruz del Sur
cuando la sed me hace alzar la cabeza

para beber tu vino negro, medianoche.
Y extraño las esquinas con almacenes dormilones
donde el perfumo de la yerba
tiemble en la piel del aire.
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Extraño tu voz,
tu caminar conmigo por la ciudad.
Comprender que eso está siempre allá
como un bolsillo donde a cada rato
la mano busca una moneda, el peine, llaves,
la mano infatigable de una oscura memoria
que recuenta sus muertos.
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La Cruz del Sur, el mate amargo
y las voces de amigos
usándose con otros.
Me duele un tiempo amargo
lleno de perros y desgracia
la agazapada convicción de que volver es vano.
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Comprender que un mar es más que un mar,
que la muerte se viste de distancia
para llegar de a poco, lenta, interminable,
como una melodía que se resuelve al fin
en humo de silencio.
Extraño ese callejón
que se perdía en el campo y el cielo
con sauces y caballos y algo como un sueño.
Y me duelen los nombres de que cada cosa
que hoy me falta,
como me duele estar tan lejos
de tu caricias y de tus labios.
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Extraño tu voz
tu caminar
conmigo por la ciudad.
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Veredas de Buenos Aires



De pibes la llamamos "la vedera"
y a ella le gustó que la quisiéramos.
En su lomo sufrido dibujamos tantas rayuelas.
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Después, ya mis compadres, taconeando,
dimos vuelta manzana con la barra
silbando fuerte para que la rubia del almacén
saliera a la ventana.
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A mí me tocó un día irme muy lejos
pero no me olvidé de las vederas.
Aquí o allá las siento en los tamangos
como la fiel caricia de mi tierra.
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Letra: Julio Cortázar
Música: Edgardo Cantón

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